martes, 30 de diciembre de 2008

Id afilando vuestros colmillos, malditosssss! :-p


Sí, porque se acerca peligrosamente la cena de Fin de Año. Después de unas Navidades de excesos culinarios y con un alto grado de alcohol en sangre -por suerte no es mi caso, que ya tengo una edad para hacer el choto-, nos dirigimos a la recta final: la farra de Fin de Año. Esa noche rara donde esperas pasártelo de puta madre, haces mil promesas imposibles de cara al nuevo año que comienza, etc. Pero no: acabas peor de lo que la empezaste, con la primera resaca impresionante de la temporada y rezando para que los Reyes Magos te traigan un bote de bicarbonato tamaño "king size" con el que aliviar tu pobre y acidoso estómago apaleado.
Y cada año lo mismo: la misma ilusión, la misma acidez y la misma pequeña -o mediana o grande- decepción. En fin, que nadie se asuste, que lo bueno que tiene la noche de Fin de Año es que dura poco ;-)
Un abrazo y, por si no coincidimos: FELIZ AÑO NUEVOOOO !!!

P.D. La trompa que lleva el de la foto será pequeña al lado de la que llevará más de uno, ya veréis, ya :-p

P.D.2. Por cierto, en http://www.myspace.com/qumran2007 podéis ver un vídeo de un tío cantando un tema de Anastacia, concretamente yo :-D Sed benevolentes, que era el primer día que la ensayábamos ;-)

sábado, 13 de diciembre de 2008

IMBECILIDAD RELATIVA

Seguramente todos nos hemos topado alguna vez con alguien por la calle, en el metro o en una tienda al cual gustosamente le estamparíamos el calificativo de "imbécil" en medio de la frente, utilizando un clavo ardiente a modo de sádica pluma, y un tamaño para la fuente exagerado y dolorosamente grande -y en negrita!

Pensándolo con un poco más de detenimiento -y una vez calmada el ansia de sangre-, deberíamos reconocer que todos hemos actuado imbécilmente en alguna que otra ocasión. Eso no quiere decir que seamos unos imbéciles recalcitrantes e incorregibles, sino que el ser imbécil de vez en cuando es un derecho que tenemos todos los seres humanos -aunque todos conocemos individuos que abusan de este derecho y se pasan tres pueblos.
Parece ser, pues, que no es imbécil todo aquel que practica de vez en cuando la imbecilidad. Pero, ¿dónde está el límite?

A veces nos sorprendemos escuchando las tremendas imbecilidades que nos sueltan los políticos de turno por la televisión, la radio, o cualquier otro medio de comunicación. Y una pregunta nos viene rápidamente a la cabeza: ¿son imbéciles nuestros políticos? La respuesta es que no necesariamente; simplemente dicen lo que les sale de los c******, puesto que tienen comprobado que en este país de pandereta nadie recibe un escarmiento por mentir, injuriar u ofender verbalmente... a no ser que seas pobre o mileurista, claro!

Resumiendo: los políticos, a pesar de decir idioteces del tamaño de un portaaviones, no son imbéciles, sino sólo políticos, lo cual no significa, en absoluto, que estén posicionados por encima de los imbéciles en el escalafón intelectual -a mi entender.

Hay muchos otros tipos de imbéciles, y más de uno vocacional y firme candidato a participar en una futura olimpiada de imbéciles, pero no quiero alargarme más con el texto: correría el peligro de que se me colara alguna imbecilidad ;-)

P.D. ¿Seré imbécil? He repetido muchísimo la palabra imbécil, ¿no? Bueno, me acojo a mi derecho :-D


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viernes, 5 de diciembre de 2008

Sensibilidad

Desde hace algún tiempo, me he dado cuenta de que mi sensibilidad hacia ciertas imágenes dramáticas y películas de terror ha aumentado de forma alarmante. No puedo recordar si el cambio empezó hace mucho tiempo o más bien poco, porque como la mayoría de las evoluciones que se producen en nuestras vidas, esta metamorfosis de mi "corazoncito" se llevó a cabo lentamente, como un proceso en segundo plano, sin posibilidad alguna de detener su avance, a causa del desconocimiento por mi parte de su propia y secreta existencia.
No es, digamos, un cambio de vital importacia en mi vida, pero para un fan de las pelis de terror y monstruitos es una putada de las grandes. Últimamente, al ver determinadas escenas que antes hubieran pasado prácticamente sin pena ni gloria por mi retina, siento un malestar general momentáneo, una sensación angustiosa e incluso un ligero mareo de fondo que me deja una sensación, en conjunto, desagradable. Y el caso es que me siguen gustando este tipo de películas. No sé si es debido a la edad, a los cambios en mi vida, a la brutal realidad que cada día compite con los films más macabros -y muchas veces sale ganadora por goleada- o a algún otro cambio psicológico en mi cabeza que ha derribado mis defensas frente a este tipo de violencia inventada.

Aunque quizás éste sea el quid de la cuestión: quizás mi cerebro, a base de baños de sangre en los telediarios y en los programas sensacionalistas, se haya dado cuenta de que todo lo que sale en esas películas que tanto me gustaban, supuestamente historias inventadas por mentes perturbadas -aunque maravillosas a mi entender-, puede tener o tiene ya referentes reales tan o más espeluznantes que la peor de las pesadillas de Clive Barker. Vivimos en una sociedad que traga violencia y muerte por todas partes, que la asume como normal y que venera al pillo y al fuerte mil millones de veces más que al inteligente. Una especie de regresión al tiempo de los bárbaros, pero sin el glamour de las pelis del difunto -peliculísticamente hablando- Arnold Swarze...algo.

Y de entre todas las pelis de terror y vísceras, las que me dejan más mal cuerpo son las de asesinos psicópatas. Pero en este caso no es el miedo el que me produce esta sensación, sino la rabia de saber que realmente hay personas tan rematadamente hijas de su madre para cometer esos actos sin despeinarse o plantearse el más mínimo dilema moral. Al acabar de ver una peli de éstas, mi mayor deseo es que me dejaran un momento a solas con uno de esos angelillos para poder librar al mundo de una motita de porquería. La rabia que llevaría dentro me convertiría, frente al cabroncete de turno, en un mal bicho peor que Godzilla.
No sé en qué va a acabar todo esto. Seguiré investigando en mis propias sensaciones frente a las películas y así, con el tiempo, aprender a diferenciar las que me harán pasar un buen rato de las que harán que me cabreé como un mono. Una conclusión me parece ya evidente: en mi escala de valores filmística, mil veces un alien -o un zombie- a un psicópata asesino. Ya tenemos demasiada realidad en los telediarios.

P.D. Otro problema es que soy muy crítico con las pelis de terror o ciencia-ficción, y entre que en muchas de las películas viejas los efectos especiales y el maquillaje eran bastante patéticos, y que en la inmensa mayoría de las de nueva hornada, las historias y las situaciones son inverosímiles o totalmente estúpidas, con casquería explícita pero totalmente injustificada, estoy pasando una mala época frente a la pantalla, sólo salvada por los videojuegos y el APM ;-)

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