viernes, 21 de diciembre de 2012

LA AMENAZA DE LA LOTERIA



 
Un año más, vuelve ese día "feliz" en el que todo el mundo permanece atento a la pantalla de su televisor o a la radio para comprobar si es su día de suerte. Sí, amig@s, el fatídico día de la lotería de Navidad ya está aquí ¿Fatídico, diréis? Voy a explicarme, antes de que me toméis por loco.Antes que nada, tenemos que tener muy claro que la posibilidad de que nos toque El Gordo es muy pequeña; otro punto importante a tener en cuenta es que todos, absolutamente TODOS los números tienen la misma probabilidad de salir, desde el 00001 hasta el 33333, por poner otra cifra al azar, ya que estamos en ello. Resulta curioso observar a la gente hacer variopintas elucubraciones mentales para justificar la compra de tal o cuál número, aunque la mayoría, en el fondo de su corazoncito, saben que eso no sirve de nada, y que ninguno -ni siquiera los estafadores que salen por la tele a altas horas de la madrugada- somos capaces de adivinar el futuro -más allá del más inmediato, claro.

Pero a lo que íbamos ¿Por qué lo de fatídico? Pues porque a la escasa posibilidad de que te toque la lotería, hay una probabilidad bastante mayor de que no te toque. Vosotros me diréis que eso es lógico, pero dejad que me explique. Todos tenemos bastante asumido que no nos tocará, y que veremos por la tele con envidia a los afortunados de turno tirándose el cava por la cabeza con cara de haberse tomado alguna que otra substancia prohibida. Cada año viene a pasar lo mismo, o sea que esa no es la gran decepción ¿Pero que pasa si el Gordo toca cerca de nosotros?¿Y si toca MUY cerca? Eso ya es más problemántico. Porque seamos realistas: por mucho que tú compres una participación de la lotería del gimnasio al que vas de vez en cuando, de las dos o tres cafeterías en las que alternas los cafés con leche, de los restaurantes a los que acudes de uvas a brevas, de la tienda de comestibles de tu barrio, del colegio del niño, de la banda municipal, etc, etc, etc... es totalmente imposible -a la vez que insensato  y no recomendable- comprar todos los números y participaciones de todos los lugares por los que te mueves. Si tuvieras la absoluta seguridad de que el premio cayera en tu pueblo -seguridad que, como sabemos, no existe-, aún tendría la cosa algo de lógica, pero es que el gordo puede tocar en cualquier parte, señor@s.

Y aquí viene cuando lo matan: ¿qué pasa si al final sí que toca en tu pueblo o ciudad, y lo hace justamente en esa cafetería al lado de la cafetería donde vas a desayunar, en ese restaurante donde tú no comes porque el dueño es un guarro o el menú es demasiado caro, en ese gimnasio donde te apuntaste el año pasado y aún es hora de que entres en los vestuarios, o el número en cuestión lo vendían esos niños en el autobús de camino al trabajo, en forma de participaciones para pagarse el viaje de fin de curso, aquellos que te sacaste de encima de malas maneras con ese buen humor que tienes cuando te levantas por las mañanas?¿Podrás vivir el resto de tu vida con eso? Y esto también vale para los que no compran lotería, por las mismas razones. Pero ojo: que nadie deje de comprar lotería por lo que yo haya escrito en este texto: no quiero que nadie me pare un día por la calle con un cuchillo de cocina en la mano diciéndome que no compro ese número que acabó premiado en la carnicería de su barrio porque leyó mi blog. A ver si encima de no tocarme nada me van a dar un disgusto.

Por eso, amig@s, estoy aterrado, y quiero que pase lo antes posible el día de la lotería de Navidad, porque hay algo mucho peor que ser pobre, y es que además de no tener un duro, te sientas gilipollas el resto de tu vida.

P.D. Y a todos aquellos que compran lotería en la Bruixa d'Or, que sepan -supongo que también lo saben, aunque se lo nieguen a si mismos- que si tocan más premios ahí, no es cosa de magia, sino que como esa administración tiene más fama y renombre que las otras, vende mucho más y tiene muchos más números en oferta, por lo que las probabilidades se mantienen intactas. Ya sabemos todos que las matemáticas son muy crueles y no entienden de ilusiones :-P

P.D.2. Por cierto, que la foto la he encontrado por Internet y he modificado la cifra a lo cutrillo ¿O me creíais tan insensato para jugar a un número con tan pocas posibilidades de salir? :-P

P.D.3. Acabo de borrar la cifra que había puesto en el billete de lotería de la imagen, pues me ha entrado terror y he pensado que quizás va el muy cabrón, toca y me amarga la vida, pues no lo he comprado. Ahora sólo yo sabré el número que había escrito. Ya sabéis: si un día, al encontrarnos por la calle, me véis con cara triste... ¿Os dáis cuenta de lo terrorífico del día de mañana? Corred, insensatos !!!

jueves, 13 de diciembre de 2012

Agua, por favor !!!

Hoy hablaré de un tema curioso, que parece mentira, irreal, estúpido, imposible de que suceda, pero con el que nos encontramos en más ocasiones de las que desearíamos: el tema de las aguas. Resulta que, sin saber cómo ha sido -y esto ya viene de mucho antes de la crisis, que conste- se ha pasado de aquellos buenos tiempos, en los que los músicos tenían barra libre, a encontrarnos con serias dificultades para que alguien nos lleve unas miserables aguas al escenario.
A pesar de que la mayoría de las veces el tema de las aguas para los músicos viene estipulado en el propio contrato, hay lugares en los que no hay manera de encontrar a nadie responsable de nada. Me gustaría decir que estos casos de sequía son excepcionales, pero no es así. Y que conste que no estamos hablando ni de cubatas ni de cervezas ni de coca-colas: agua clara, simplemente AGUA.

Entendemos que las barras, la mayoría de las veces, son subcontractadas a bares u algún otro tipo de negocio parecido, a precios bastante elevados, y que ellos no tienen ninguna obligación de acarrear con el gasto, pero lo que no puede ser es que empecemos a tocar y no haya una puñetera agua en el escenario. Se encargue de ello quien se tenga que encargar, pero tener que llevarte la botella de litro y medio de casa es un poco triste. Que son tres o cuatro euros, señores !!! Eso sí, al final de la actuación, te vendrá uno de la organización a pedirte que te alargues un poco más, al grito del famoso "No cobraréis". Ni beberéis, añadiria yo.

Una vez, hubo hasta un hijo de perra -mis disculpas a las perras, pues seguro que sus cachorros tienen mucha más humanidad que ese fistro- que nos dijo que si queríamos agua que nos fuéramos a beber a la fuente, la cual no daba grandes signos de potabilidad, por cierto.
Y para los cantantes, este es un tema vital. Ya tenemos suficientes neuras en la cabeza, como para encima tener que dosificarnos con los traguitos para evitar que se nos seque la garganta. Tened en cuenta que a veces nos toca cantar y saltar sobre un escenario, durante 5 o 6 horas, con una temperatura de 50 grados -malditos focos- y sudando como si no hubiera un mañana. Que menos que poder beber agua para refrescarte un poco, ¿no? Y no olvidemos que nosotros siempre trabajamos en lugares que están en fiestas, por lo que los precios acostumbran a ser más altos de lo normal. Si yo acostumbro a beber un par de litros de agua por actuación -y sudar tres XD-, imaginaos la gracia que me hace ir a la barra y pagar 2 euros por una miniatura de 20 cl.

No siempre es así, que conste, y en la mayoría de lugares el trato a los músicos es exquisito, tanto en el tema bebida como en otras tantas necesidades menos acuciantes. Se nos ha llegado a caer la lagrimilla al entrar a un camerino -que ese es otro tema, los camerinos, pero lo dejo para otro día- y encontrarnos con una nevera llena a rebosar para los sufridos músicos. Incluso en ocasiones gente del propio público nos ha traído cervezas, pagadas de su bolsillo, mientras el de la organización de turno, que se tenía que encargar del tema, estaba en paradero desconocido.

Por suerte, en la mayoría de lugares aún se cuida a los músicos, pues nuestro trabajo no es fácil: tienes que hacer que un montón de gente, de muy diversos gustos y carácteres, se divierta durante unas cuantas horas y hacerlo una noche sí y otra también, tengas tú los problemas que tengas o arrastres un resfriado del copón. A todas esas personas que nos cuidan y nos quieren, muchas gracias por todo; nosotros también os queremos y nos dejaremos la piel -y las gargantas- para que podáis tener la mejor fiesta que os podamos ofrecer. Y a aquellos que se desentienden de sus obligaciones y nos dejan secos: madurad, hombre, que la vida son dos días y esos cuatro euros que os ahorréis no os darán una mierda de intereses en el banco.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Pánico al verano


Este es el primero de una serie de textos que tratarán sobre mis experiencias como cantante, para que aquellos que nunca se han dedicado al difícil y gratificante mundo del canto sepan de qué va la cosa, y para que los que se dedican a vivir de sus cuerdas vocales recuerden experiencias propias y hagan sus aportaciones. Y supongo que los músicos también verán reflejadas parte de sus experiencias, pues todos estamos en el mismo barco -o banda, vamos :-P Y para empezar, ¿qué mejor que hacerlo con el terror de todos los cantantes de orquesta? Hoy hablaré sobre las laaaaaaargas giras de verano.

Cuando empiezas en el mundillo orquestil, da igual que vengas de cantar en la ducha, de desgañitarte en grupos de heavy metal -como fue mi caso- o directamente desde el conservatorio, no te puedes ni imaginar lo que representa pasarte todo un verano cantando. Vienes de una banda de rock y crees que, con tus conciertos ocasionales de hora y media cantando notas superagudas, estás preparado para cantar rancheras y boleros hasta el fin de los tiempos. Pero la realidad pronto te da las primeras ostias, y descubres que no eres tan duro como creías.

Para hacer una analogía simple, sería como el tío cachas que viene del gimnasio y le piden que dé golpecitos con el puño contra la pared sin descanso durante un montón de horas al día, un día sí y otro también; llegará un momento que no podrá soportar el dolor, aunque en un principio le hubiera parecido una tarea insignificante. Pues a mí me pasó algo parecido: después de cantar versiones de Iron Maiden y Helloween en plan kamikaze, la tarea de cantar temas más "light" me parecía algo sumamente sencillo. Un trabajo fácil. Un "coser y cantar", nunca mejor dicho.

Pero llega el verano, empiezan los bolos interminables y te das cuenta de dónde te has metido. Y es que cantar una media de seis horas diarias, durante un montón de días seguidos, y con canciones de todos los estilos -de Pavarotti o Manolo Escobar a Metallica y AC/DC-, pronto se demuestra una empresa más complicadilla de lo que tú, inocente de ti, te habías imaginado. Y es que acabar un día a las cinco de la mañana después de una sesión de rock, llegar a casa a las ocho, con la garganta bastante afectada y saber que te tienes que levantar a las 12 para comer algo, subir a la furgoneta y dar un concierto lírico a las cuatro, más un pase de tarde y otro par por la noche, dejaría para el arrastre al más pintado. Llega un momento que te ves buscando desesperadamente un botellín de agua por el escenario, cuando llevas tres temas exigentes seguidos y ves en el numerador que se prepara un cuarto aún peor, y tú tienes la garganta al rojo vivo.

Luego vienen los imprevistos del directo, que nunca pueden faltar para hacer la cosa más "divertida": problemas de sonido -asúmelo: siempre, SIEMPRE, habrá problemas de sonido, en mayor o menor medida; no importa que estés con el grupo de tu barrio o con la mejor orquesta del país y el equipo más caro-, resfriados inoportunos -¿quién me mandaría a mí resfriarme el 1 de Agosto?-, problemas gargantiles inexplicables -esas neuras que tenemos los cantantes-, etc. Llega un momento que se te escapa una  lagrimilla de alegría cuando ves en el calendario de bolos que tienes un día de fiesta suelto por ahí en medio, durante el que intentarás por todos los medios jugar al Tetris con tus cuerdas vocales y volverlas a poner en su sitio, sabiendo que un sólo día no es suficiente.

Y los cantantes poco "profesionales", que lo damos todo en cada concierto, aún lo pasamos peor, porque el concepto de "hoy no fuerces mucho y dosifícate la voz para los días siguientes" no entra dentro de nuestro cerebro, dispuesto a obligar a nuestro cuerpo y nuestra garganta a dejarse la piel sobre las tablas.

Pero nada es imposible en esta vida, y de hecho, cada verano conseguimos llegar al final con nuestra reputación más o menos intacta, recordando los buenos momentos e intentado relegar los malos al rincón más profundo de nuestro cerebro.

A fin de cuentas, el nuestro es un trabajo duro y exigente, pero para mí, el mejor trabajo del mundo.