jueves, 5 de septiembre de 2013

NO JUGUÉIS CON FUEGO

El pirómano se detuvo. Llevaba ya una hora caminando por el bosque, siempre a contraviento, y había llegado a la cima de una colina próxima, donde podría disfrutar contemplando tranquilamente la magnitud de su obra sin el peligro de ser detectado por algún forestal afortunado.
Las llamas ya se habían extendido lo suficiente como para teñir el cielo nocturno de un amenazante tono rojizo, y una espesa humareda se alzaba contra el cielo, como una gigantesca nube que surgiera de la tierra misma.
Los altos pinos parecían un ejército de gigantes paralizados por el miedo, que caían irremisiblemente ante el azote de un enemigo imparable  e inmisericorde, un fuego abrasador que borraba cualquier rastro de vida de lo que antes había sido un ecosistema perfecto.

Las primeras sirenas rompían el silencio nocturno, y las corrientes de aire caliente provocadas por el calor del incendio agitaban las hojas de los árboles, que parecían temblar de miedo, prisioneros de un suelo que les había dado la vida, pero que ahora les impedía escapar corriendo de su natural enemigo.
El pirómano sonrió. De hecho, él no era un enfermo como tantos otros tarados que disfrutan viendo arder las cosas. Lo suyo era puro negocio. Llevaba 4 años en el paro, y para un hombre de 50 años, encontrar trabajo a esa edad resultaba poco menos que imposible. Su oportunidad de salir del agujero empezó a gestarse el día en que el gobierno aprobó una ley para permitir convertir las zonas quemadas en terreno edificable. Una ley a todas luces injusta y pagada por las grandes empresas constructoras e inmobiliarias, pero nada nuevo bajo el sol. Nuestro querido gobierno hacía ya tiempo que se había quitado la careta de demócrata y demostraba, a cada día que pasaba, que lo suyo era más una dictadura económica encubierta que un sistema de libre decisión.
Para el pirómano, lo demás fue bastante fácil: contactar con la gente adecuada y ofrecer sus servicios al interesado. La empresa inmobiliaria le había ofrecido un buen fajo de billetes, lo que le permitiría retirarse y disfrutar de esa vida que hasta ahora le había sido negada.  La arpía de su mujer, finalmente, estaría contenta: ella, que siempre le había considerado un inútil; ella, con sus gustos caros que él no podía permitirle; ella, que se avergonzaba de tener un marido que no servía para nada y al que nadie le ofrecería ya ningún trabajo. Al fin podría taparle su puta boca con un buen puñado de billetes y conseguir que le tratará como se merece.
Juan le observaba tras un árbol. Había estado siguiendo al pirómano desde que lo vio, a lo lejos, iniciar su macabro plan. Él no tenía una mujer que lo despreciara. Muy al contrario: su mujer le amaba con todo su corazón, y él a ella. Pero todo eso quedó borrado,  extirpado de su vida el día en que ella murió. Elena, el amor de su vida, desapareció junto con su casa familiar, pasto de las llamas que algún degenerado inició, una noche de Noviembre, en la idílica urbanización donde vivían.
Juan se acercó sigilosamente a la espalda del pirómano, con pasos cortos y calculados, con paciencia infinita y una precisión milimétrica para no pisar ninguna ramita seca delatora que alertará al criminal. La luna iluminaba tímidamente la hoja de su puñal, un puñal que hundió, con un golpe seco y certero, en el costado del maldito cabrón, mientras le agarraba por el cuello para impedir cualquier posibilidad de huída.
Al soltarlo, el pirómano cayó al suelo agonizante. Juan lo miró a los ojos y sonrió, un poco más feliz que ayer, y se sentó a esperar que el último aliento del criminal saliera de sus pulmones. Después, se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón, sacó una targeta y la depositó sobre el pecho del cadáver.
"No juguéis con fuego si no queréis quemaros", podía leerse en ella. Una frase que había aparecido en ocho ocasiones más en estos 12 años desde que Elena pereció engullida por las llamas. Una nota que seguiría apareciendo hasta que a él le quedaran fuerzas para hundir su puñal en el hígado de todos esos hijos de puta que provocan incendios.
Juan recogió la mochila del pirómano, la abrió y extrajo de ella un paquete que contenía un buen fajo de billetes.

- La inmobiliaria estará satisfecha-, se dijo a si mismo.

Según el acuerdo que tenían ambas partes, Juan tenía derecho a quedarse con el 20% de lo que le habían pagado al pirómano para provocar el incendio. Así, la compañía recuperaba la mayor parte del dinero invertido y él podía seguir viviendo sin preocuparse por encontrar otro trabajo. Desde que le echaron del último a causa de una depresión implacable, al año siguiente de la muerte de Elena, Juan se había hundido en el abismo más oscuro posible, sin ganas de vivir, ansioso por morir, del que sólo salió al darse cuenta de que podría dedicar su miserable vida entera a acabar con esa plaga de cabrones que disfrutaban con el fuego.

Un amigo suyo que trabajaba en la inmobiliaria vio que Juan cumplía con los requisitos para ser un buen ejecutor, y después de consultarlo con sus superiores, le ofreció el trabajo que necesitaba. Para Juan, hubiese sido prácticamente imposible desenmascarar a los pirómanos por su cuenta, pero la compañía le ofreció la posibilidad de que estos vinieran directamente a él. De esta extraña simbiosis, ambas partes sacaban beneficio.

No era una relación perfecta, claro. Juan no podía evitar odiar a la compañía, que pagaba a gente para provocar incendios, pero quizás en un futuro pudiera hacer algo al respecto y enviarla directa a los tribunales. De momento, se encontraba cómodo con su trabajo, y cada vez que hundía su cuchillo en algún bastardo, su corazón parecía quitarse un gran peso de encima. Además, para calmar su sentimiento de culpa, Juan siempre llamaba a emergencias justo antes de que los pirómanos actuasen, para que los bomberos tuvieran el tiempo justo de evitar que nadie sufriera daño, pero sin que pudieran impedir que el incendio quemara la suficiente superficie forestal para que la compañía dispusiera del terreno necesario. A veces algo salía mal y había víctimas, pero él se sentía en paz por haber hecho la llamada antes, y así podía echarles la culpa a los bomberos, por no hacer bien su trabajo. En el fondo, sabía que aquello no era cierto, que había sido culpa suya y que estaba muy enfermo, pero esa mente enferma se agarraba a un clavo ardiendo a condición de justificarse y seguir conservando unas mínimas ganas de vivir.

Juan guardó el fajo de billetes en su mochila y se fue caminando tranquilamente. Cuando encontraran el cadáver del pirómano, él ya estaría muy lejos de ahí. Después, enviaría a la policia el vídeo que había grabado con su móvil, donde se veía al pirómano iniciando el fuego, para que la gente supiera que él no era un asesino despiadado, sino un vengador.  A fin de cuentas, esas ratas amantes de las llamas le habían quitado a Elena, y él estaba en su derecho de aniquilar un millón de vidas a cambio. Y nada le detendría.

sábado, 8 de junio de 2013

¿NOS GUSTA LA MÚSICA? PUES QUE SE VEA !!!


Mis obligaciones familiares y mis bolos con la orquesta "SATURNO" y con la banda de versiones rockeras "Band The Rock" no me permiten escaparme muy a menudo, pero ayer asistí a un gran bolo en la sala "La Nota" de Tárrega, con un cartel trallero como pocos: "The Matanzas Clan, Memento Mori HC, Ether y Napalm". No pude quedarme a ver estos últimos, Napalm, pues hoy tenía bolo y no es muy recomendable asistir el día anterior a un concierto en directo, pues acabas hablando a gritos y mi voz lo nota muy pronto, o sea que tuve que recortar un poco mi tiempo de juerga.

Empezaron a descargar los "Matanzas", una gente que a poco que tengan un granito de suerte llegarán muy lejos: temas excelentes, batería atronadora, bajo potente y bien colocado -con abundantes slaps-, guitarra con un gran sonido y que encasta a la perfección con los otros, y un gran Abel al frente, con una voz agresiva y un estilo personal e inconfundible. No les falta ni calidad, ni estilo ni fuerza en el escenario, sólo el pequeño empujón de la suerte, como he dicho antes.

Después, salieron a la palestra los "Memento", con dos bestias del hardcore al frente, como son Miki y Coli. La voz del cantante tiene una fuerza impresionante -si yo intentara cantar como él, sangraría por la boca al segundo tema-, y su energía en el escenario se contagia de forma inevitable. A su derecha tenía a su colega Coli, que dispara con sus seis cuerdas para que no quede títere con cabeza. Si a esto le sumamos un bajista con una presencia escénica grandiosa y un batería tocando ritmos rapidísimos de forma milimetrada, nos queda una banda que arrasará allá donde vaya.

Y en tercer lugar, la última banda que pude ver esa noche: los "Ether". A pesar de su juventud, estos chavales tienen una tralla impresionante y saben estar en el escenario, llenándolo con su sola presencia. La voz desgarrada del cantante no tiene nada que envidiar a los grandes de su estilo, y se le nota que domina la situación
en todo momento y se siente con la fuerza necesaria para arrasar con todo. El resto de músicos redondean una banda que todo aquél al que le guste la caña más trallera no debería perderse.

Sólo hubo un gran "pero" esa noche: la falta de asistencia de público. Un evento de esa magnitud merecía tener la sala llena. Como ya ha comentado en alguna ocasión Andrés "Rockdríguez", perdemos el culo por ir a ver festivales de grandes bandas extranjeras, pero somos incapaces de valorar los excelentes grupos que tenemos aquí en Lleida. Sólo que los que nos dedicamos a esto de la música asistiéramos, en un pequeño porcentaje, a conciertos en directo, el triste panorama actual de nuestra ciudad cambiaría de forma ostensible, y esas bandas que se lo curran duramente en los locales de ensayo, verían recompensado su esfuerzo y podrían salir de estas arenas movedizas que son les "Terres de Ponent".

Y no sólo conseguiremos con ello apoyar a estos músicos -y que desde fuera se den cuenta de lo que hay aquí en Lleida y lo hagan popular de una puta vez-, sino también a esas salas que apuestan por la música en directo, luchando contra leyes estúpidas y señores amargados que no consiguen que les entre en su diminuto cerebro que "la música es cultura". Y no se trata de joder a los vecinos -yo soy el primero en respetar la paz y la tranquilidad de quien quiere descansar-, sino de encontrar la fórmula para que todos podamos convivir en paz y que aquella gente que tiene a la música como su gran fuerza vital, pueda desarrollarla en toda su amplitud y disfrutarla durante toda su vida.

Y todos, TODOS, debemos hacer algo para conseguir esto: asistir, a poco que podamos, a conciertos en directo de grupos de nuestro territorio. Yo soy el primero que a veces, por pereza, me he quedado en el sofá jugando con la "pley". Pero esto debe cambiar, por el bien de nuestro "hobbie" más preciado. Luego nos quejaramos de que la gente no venga a vernos a nuestros bolos, si nosotros mismos somos incapaces de tener ese detalle para con nuestros compañeros. Y los músicos somos los primeros que debemos cambiar esto, sino no esperemos que la gente "normal" acuda a eventos que nosotros mismos no apoyamos.

Nada más por ahora: disculpadme por esta parrafada inmensa que os he soltado, pero los que amamos esto no debemos dejar, en ningún caso, que la música muera en Lleida.

Un abrazote a tod@s y long live rock'n'roll, amig@s !!! \m/ ;-)

martes, 16 de abril de 2013

¡¡¡ NO OIGO NÁ !!!

Hola de nuevo. Este año parece que, al fin, llevo un poco mejor el tema de las actualizaciones. A ver si dura :-P
Hoy escribiré sobre un tema que me preocupa especialmente, pero al que aún no le he encontrado una solución definitiva, así que escuchad atentamente, porque voy a hablar de la salud auditiva, y de uno de los peores enemigos de músicos y cantantes -aunque no pudo con Beethoven, claro: LA SORDERA.

Llevo unos cuantos años como cantante en diversas bandas -si mis cálculos no fallan, unos 23 añitos de nada- y hasta ahora no me ha empezado a preocupar de forma preocupante -valga la rebuznancia- el tema, quizás debido a que hasta ahora, la música para mí había sido simplemente un hobby, sin demasiadas pretensiones. Sí, todos aspiramos a que algún jefecillo de alguna discográfica oiga a nuestra banda y nos lance al estrellato de la noche a la mañana, pero eso pocas veces sucede. Incluso aunque nos hartemos de trabajar en el local de ensayo y dando bolos a diestro y siniestro, quizás a la diosa fortuna le hayan dado mal nuestra dirección y jamás llame a nuestra puerta.

Pues bien, hoy en día me dedico a cantar profesionalmente y mi preocupación sobre el tema de la audición ha aumentado de forma exponencial, y más al percibir los primeros problemas de pérdida de frecuencias o descompensación entre ambos oídos. Y es que los cantantes lo tenemos especialmente difícil con este tema: necesitamos oírnos en muy buenas condiciones para no perjudicarnos la voz en las actuaciones, que a veces duran más de seis horas. Eso no significa necesariamente que nos tengamos que oír muy fuerte, sino bien. Y lamentablemente, muchas veces eso resulta poco menos que imposible.

Para todo músico es esencial el tema del monitoraje, pero para alguien que utiliza un instrumento que puede deteriorarse con un uso forzado -como es la voz-, resulta vital. Y la cosa no es tan sencilla como ponerse tapones en los oídos y listos, pues cuando escuchamos nuestra voz al cantar, lo hacemos a través de dos fuentes: por un lado, lo que nos llega de fuera; por otro, la propia resonancia que produce la voz en el interior de nuestra cabeza. Si atenuamos demasiado la potencia que nos llega de fuera, oímos demasiado a nuestra "voz interior", y nos sonará todo como apagado y falto de brillo, haciéndonos muy difícil disfrutar de cualquier actuación y poder afinar correctamente. Lo que para otros músicos da muy buen rendimiento -estos tapones-, para nosotros los cantantes es solucionar un problema substituyéndolo por otro: quizás no nos quedaremos sordos, pero nos lastimaremos las cuerdas y, a la larga, perderemos la voz.

También está el tema de las "petacas" y los auriculares, pero debido a muchos factores -humanos, interferencias, calidad de los aparatos, etc- estos cacharritos siempre me han dado más disgustos que alegrías. Aunque no descarto que sea una buena solución futura, cuando técnicos y cantantes nos pongamos de acuerdo en afrontar el problema dedicándole el tiempo y la seriedad que necesita. A fin de cuentas, si nosotros perdemos nuestra voz, el espectáculo bajará muchos enteros. Y modestia aparte, no creo que seamos tan fáciles de sustituir por otros -esto va para mi jefe XDDD

Luego está la solución de los monitores, que puede resultar la mejor... siempre y cuando el tema del volumen de cada músico en el escenario esté controlado y no se desmarche la cosa, porque si no la gente acabará escuchando más lo que suena arriba que lo que sale por delante del escenario y acabaremos todos sordos. Y en nuestro caso particular, tenemos un problema añadido: al ser tres cantantes, cada uno quiere escucharse fuerte y claro, y cuando se trata de hacer coros a tres, la cosa resulta poco menos que impracticable. Y es que todos tenemos una determinada capacidad auditiva y unos determinados problemas de sordera -a veces sin saberlo-, y el volumen que para uno resulta correcto, para el otro puede ser o muy flojo, o molestamente alto. Y tampoco se trata de sembrar el escenario de monitores individualizados, pues en muchas ocasiones tocamos en sitios bastante pequeños y tendríamos un problema de espacio.
 
En fin, que estoy decidido a solucionar este gravísimo problema antes de acabar la temporada que ahora empezamos, por mi propio bien y el de mis compañeros. Tengo la voz bien entrenada y preparada para resistir muchos años el trote que le eche, y no quiero que mi carrera como cantante acabe de forma precipitada por problemas de audición. Y os aconsejo a todos, músicos y cantantes, que le déis a este tema la debida importancia antes de que sea demasiado tarde, y así poder disfrutar durante muchos años de este oficio que nos encant.

P.D. Siempre nos quedará la esperanza de que la ciencia avance en esta dirección y nos solucione el problema con algún implante dentro de unos años, pero esto no deja de ser, al fin y al cabo, una lotería, o sea que a cuidarse, maj@s ;-)

martes, 12 de marzo de 2013

¿Camerinos? ¿Eso que es? O_o

¿Qué relación guarda una orquesta de 11 músicos con los videojuegos? Bien, pues cuando llegas al lugar del bolo y te encuentras con un camerino de cuatro metros cuadrados, eso es puro "Tetris", señores. El mundo de los camerinos -o más exactamente, "esos lugares donde nos cambiamos", que la mayoría de las veces llamarlo "camerino" sería pecar de positivismo- es otra fuente de sufrimiento para los que nos dedicamos a esto de la música en directo. Incluso en aquellas orquestas que van con su flamante camión-escenario, muchas veces te toca cambiarte con el culo al viento, pues la mayoría de ellas, al igual que no tienen en cuenta el tema "cuarto de baño" -como ya comenté en otro de mis post-, tampoco se preocupan por el tema "camerinos".

Y para nosotros es un tema de suma importancia, si tenemos en cuenta que durante un día nos podemos cambiar unas cinco o seis veces: concierto, pase de tarde, pase de noche, marcha, etc. Los músicos estamos acostumbrados a cambiarnos en cualquier parte; no somos tan pijos como "Supermán", que tenía que buscar una cabina sí o sí para ponerse su traje de superhéroe antes de meterse en faena -hoy lo tendría bastante jodido, el pobre. Y es que desde casas particulares, furgonetas, vestuarios, lavabos, almacenes de bebidas, trasteros, salas de juntas, bodegas, ... Todo sitio es bueno para que llegues tú, con la ropa limpita y recién planchada, e intentes ponerte los pantalones, al estilo contorsionista, sin que se llenen de telarañas y polvo.

Recuerdo un día que nos tocó cambiarnos en una sala donde había, tirando corto, unos 200 mosquitos agazapados por las paredes, esperando carne fresca a la que clavarle la pajita. O sea que antes de cambiarnos, tuve que ir yo, con una camiseta, espachurrando chupasangres a diestro y siniestro, todo por el bien de nuestras reservas de hemoglobina. Luego está el tema de los vestuarios "unisex", con la correspondiente mala cara de las féminas de la banda, no así de los hombres, que normalmente siempre están encantados -en nuestra banda no, pero porque somos unos caballeros XDDD

Una de las deficiencias que te encuentras en el 90% de los vestuarios -incluso en muchos de los mejor apañaditos- es la ausencia o insuficiencia de colgadores para los portatrajes, por lo que te ves obligado a utilizar la cabeza y hacer mil y un inventos para colgarlos: aflojar algún clavo de la pared, utilizar el marco de una ventana, el colgador del teléfono de la ducha -luego siempre hay el gracioso que abre el grifo-, una lámpara resistente, etc.

Nos los hemos encontrado inundados, con basura de las fiestas anteriores, sin luz, sin espejos -no sé si para evitar que nos pegáramos una buena fiesta, pero que sepan que somos una banda sana :-P -, etc, etc, etc. Y eso sí: alguna vez nos han sorprendido gratamente y hemos tenido de todo a nuestra disposición. Entonces, nos ha sido muy difícil no soltar una lagrimita de emoción ;-)

jueves, 14 de febrero de 2013

HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA :-P

 Hoy vamos a tratar un tema bastante escatológico, que no es otro que el de los lavabos. En nuestra vida de rodar por mil y un escenarios, nos hemos encontrado con un montón de estos habitáculos: en algunos, los menos, se podía comer en ellos de lo limpios que estaban -aunque no es aconsejable, claro; en otros, te daban ganas de vomitar con tan solo cruzar la puerta -si es que había puerta, claro. Y eso cuando había lavabo, que a veces parece que sea todo un lujo disponer de un miserable lugar donde efectuar tus deposiciones -pedazo de eufemismo XDDD

Estuve en una orquesta con un lujoso camión escenario, miles de vatios de luz y sonido... pero que a la hora de mear nos teníamos que ir corriendo en busca de un árbol como un perro abandonado, porque lavabo, lo que es lavabo, no tenía. Y es que éste es un detalle que parece no importarle a nadie más que a nosotros, los músicos. Tendría que estar contemplado en el contrato que tuviéramos un lavabo a nuestra disposición durante las actuaciones. No creo yo que sea algo tan caro ni tan difícil. Hay pocas cosas más jodidas que darte cuenta, en medio de un bolo, que tu vejiga está a punto de reventar -o que tus intestinos se han rebelado contra las malas comidas y a deshoras que llevas últimamente y necesitan dejar clara su queja-, y descubrir que no tienes un lavabo al que acudir con tu "problema".

Entonces, empieza la aventura: aprovechas un tema en el que tú no cantes para huir cual conejo en busca de una madriguera; detrás del escenario estarán pasando contínuamente niños corriendo, por lo que no es plan; los lavabos de la sala, naturalmente, estarán a rebosar de gente, con unas colas descomunales -me refiero a "haciendo cola", no a otra cosa, ¿eh? XDDD; en los bares cercanos, la misma historia. Al final, te ves obligado a esconderte en cualquier lugar oscuro como un delincuente y darte prisa, porque de fondo escuchas que la canción se está acabando y la siguiente puede ser tuya. Un infierno, vamos.

Los lavabos siempre acostumbran a ser un territorio bastante "comanche": puertas rotas, tazas rotas, cadenas inoperantes, vómitos, un dedo de meados en el suelo, sustancias marronosas extendidas -con los dedos, ojo- por las paredes... A veces creo que la razón por la cuál en algunos lugares no nos ofrecen agua para beber -ya sabéis, uno de mis anteriores post- es, precisamente, para que no tengamos que sufrir la terrible experiencia de entrar en los lavabos :-P

En fin, que ya véis, si habéis ido siguiendo mis anteriores post, que el nuestro, aunque a simple vista pueda parecer un oficio glamouroso y la mar de cómodo, dista mucho de ser ese chollo que muchos creen, aunque yo, por mi parte, no lo cambiaría por nada del mundo. Bueno, sólo para cantar con los Iron Maiden XDDD


 P.D. Un consejo de colega: llevad siempre papel higiénico con vosotros, porque quizás encontréis un lavabo, pero que tuviera papel a vuestra disposición... eso ya sería un sueño, amig@s XDDD

viernes, 1 de febrero de 2013

UN POQUITO DE POR FAVOR


Vuelvo con el tema orquestil, tratando un problema que a todos nos afecta de vez en cuando -a veces, de forma preocupantemente continuada-, que no es otro que el de " la falta de respeto a los músicos ". Estás sobre el escenario tan ricamente, intentando no desafinar, que la gente se divierta y pasándolo bien con el resto de tus compañeros, cuando de repente, algo te golpea en la cabeza, y al mirar hacia el suelo buscando el proyectil en cuestión, descubres un mechero-moneda-tapón-etc que algún gilipollas con un exceso de cubatas o alguien con el cerebro seriamente inmaduro ha tenido a bien de tirarte. Esto es muy peligroso para ambas partes: para mí, si ese es mi día de especial mala suerte, puesto que me puede vaciar un ojo o romperme un diente y amargarme la vida de mala manera; para él, si me encuentra en un mal día, pues puedo tirarme del escenario y hacerle saltar todos los dientes antes de que se de cuenta de qué está pasando. No seamos imbéciles y disfrutemos de la fiesta en paz; si no te gusta un tema en cuestión, te vas a la barra a esperar el siguiente y todos tan contentos. Si no te gusta la actuación o no te gustamos nosotros, puedes irte a otro lado y dejar que las otras personas, que sí disfrutan con lo que hacemos, tengan la fiesta mayor que se merecen; y si eres tontico o simplemente hijo de puta por vocación, no pierdas la esperanza: hay muchas buenas escuelas que estarán encantadas de darte la educación que te falta.
Os contaré una pequeña anécdota: en mi etapa jevilonga, estábamos yo y mis colegas viendo la actuación de la banda que tocaba antes que nosotros, cuando un borrachuzo del público tiró una lata de cerveza prácticamente entera al escenario, la cuál pasó casi rozándole la cara al teclista ¿Os imagináis el daño que hubiera podido producir en la cara del pobre chico una lata tirada a mala leche? Aún no entiendo como nadie corrió a ostias al cabrón ese.
Como curiosidad de otras absurdidades de este tipo que se producen en el mundo musical, os diré que en los inicios del punk, se empezó una costumbre estúpida que consistía en escupir a los músicos; no está claro si fué alguna banda la que lo inició, o un público especialmente desafortunado en inventar modas, pero el hecho es que bandas como los " The Clash " o los " Sex Pistols " tuvieron que sufrir estas lluvias de esputos durante muchos de los conciertos, porque ha algunos de sus seguidores se les metió en la cabeza que para gustarte ese tipo de música y ser un punk oficial era condición "sine qua non" escupir a la banda. Por suerte, esa estupidez parece que ya forma parte del pasado. El género humano a veces te hace replantearte aquello de que somos una especie inteligente.
Volviendo al tema que nos ocupa: otra cosa que molesta especialmente -aunque muchas veces la persona en cuestión no se da cuenta de ello o lo hace de buena fe- es que alguien se ponga delante del escenario pidiéndote -más bien exigiéndote-, a grito pelado, tal o cual canción. Hemos tenido "figuras" berreando durante más de media hora delante de nuestras narices por un tema que igual ya habíamos tocado, o no nos parecía adecuado en ese momento, o lo teníamos pensado para tocarlo más tarde o, simplemente, que no llevábamos en el repertorio. Porque esa es otra: no somos "Spotify", amigos, y no sabemos todos los millones de canciones que existen el mundo musical, recordadlo ;-)
Las cosas se pueden pedir con educación y sin molestar al resto del público: puedes decírselo a alguno de mis compañeros, y ellos me lo dirán a mí en cuanto puedan; o puedes decírmelo cuando yo no esté cantando y gustosamente te atenderé. Lo que no haré jamás de los jamases es agacharme en medio de la canción que estoy interpretando para que tú me grites al oído que quieres el "PaquitoChocolatero". De eso, olvídate.
Los que nos dedicamos a esto de la música tenemos que tragar muchas cosas y encima poner nuestra mejor cara y conseguir que vosotros os divirtáis, sea cual sea nuestro estado de ánimo y nuestra situación personal; no es un trabajo fácil, o sea que haced un pequeño esfuerzo para no complicárnoslo aún más.
Os estaremos eternamente agradecidos ;-)

P.D. Entenderéis que no puedo llevar siempre puesto el "casco protector" que llevo en esta foto, ¿no? :-P

martes, 15 de enero de 2013

TENEMOS QUE HABLAR


A modo de divertimento, y si se me permite la analogía, el tema de la Independencia entre Cataluña y España viene a ser como la separación de una pareja que no se llevan bien. Pero en este caso, con algunas particularidades especiales. 


Por ejemplo, una ley injusta impide que uno de los dos cónyuges decida lo que quiere, pues sólo uno de ellos -pongamos que el marido- puede romper la pareja, y éste cree en aquello de "hasta que la muerte nos separe". La mujer tiene un buen trabajo que le permitiría vivir por su cuenta, aunque tuviera que pasarle una pequeña pensión al marido, el cuál, al parecer, no dispone de sustento suficiente para sus gastos, pero este último, por orgullo, no acepta de ninguna manera esa posibilidad, y le dice aquello tan manido de "si no eres mía no serás de nadie", amenazándola con una pistola. Aunque la mujer acude a las autoridades a denunciar los hechos, éstas hacen oídos sordos y miran hacia otro lado, pues el jefe de policía es uno de los amiguetes del marido y no quiere complicarse la vida, ya que su matrimonio tampoco pasa por sus mejores momentos.

Así, el marido obliga a la mujer a darle una buena parte de su sueldo, que él se gasta en sus vicios, mientras le grita cada vez que ésta, al quedarse sin dinero después de acarrear con todos los gastos de la casa, le pide que le devuelva algo de lo dado para comprarse unos zapatos nuevos, pues los que lleva ya tienen las suelas totalmente desgastadas.

En el tema de la educación, la mujer cree que estaría bien que sus hijos hablaran dos o tres lenguas, para no cerrarse ninguna puerta y poder acceder a cualquier oferta de empleo en un futuro, mientras que su marido considera que con el español se puede ir a todas partes y que no tienen ninguna necesidad de perder el tiempo estudiando dialectos muertos.

Últimamente, el marido anda loco de celos, pues sus amistades le han dicho que su mujer, a escondidas, hace tal o cuál cosa. A pesar de ser acusaciones falsas, él se las cree a pies juntillas, porque nunca se ha preocupado de hablar con su esposa para solucionar cualquier diferencia ocasional, ni de preguntarle por sus intereses o sus ilusiones. Además, él mismo también se encarga de despotricar sobre su esposa allá donde va, para que así nadie se ponga del lado de ella si algún día ésta se larga de casa y le abandona.

Así, si nadie le pone solución a esta sinrazón, la esposa vivirá una vida de penurias y desesperación, ante la imposibilidad de ver realizados sus sueños ni cumplidas sus aspiraciones, esclavizada por una ley injusta que no le permite ni tan siquiera pensar o hablar sobre el tema, bajo la amenaza de la violencia.

Todo el mundo debería de tener derecho a decidir su futuro y manifestarse de forma racional y pacífica. Lo demás, tan sólo es defender, de forma vehemente e irracional, una falsa democracia de apariencias.

P.D. Mis disculpas a los otros tipos de parejas posibles, por centrarme en la tradicional "hombre-mujer" ;-)

P.D.2. La imagen no es mía; la he sacado buscando en Google, y al parecer procede de "lavanguardia.com". Le he aplicado un filtro. Queda dicho ;-)

martes, 8 de enero de 2013

EL TIEMPO PASA... MUUUUUUUY LENTO

De nuestro concierto en HuescaHoy hablaré de las largas horas que nos pasamos los músicos de aquí para allá o, simplemente, deambulando por un mismo lugar a la espera del próximo pase. Mucha gente cree que todos los músicos somos algo así como Alejandro Sanz yendo de gira, que llegamos al lugar del concierto una hora antes, comemos algo, tocamos un par de horas y nos vamos a nuestras casitas en nuestro autocar de lujo, pero nada más lejos de la realidad. Nuestra jornada laboral empieza bastante antes, a veces muy pronto por la mañana -con nuestros horarios estrafalarios, "muy pronto" pueden ser tranquilamente las doce de la mañana ojo-, y puede acabar a las 10 de la mañana siguiente, si nos hemos ido muy lejos a actuar.

Después de levantarse, ducharse -opcional, pero muy recomendable- y preparar la ropa y la maleta, toca subirse al coche/furgoneta/autocar y pegarse unas horillas de camino hacia la población del bolo -benditos navegadores, por cierto. Llegados al sitio en cuestión, y suponiendo que los técnicos hayan tenido tiempo suficiente -y ningún problema de última hora, algo bastante común- para montar todo el equipo y que funcione a la perfección, empezaremos con las cansinas pruebas de sonido, las cuáles, dependiendo de la suerte que tengamos ese día y del local donde actuemos, pueden alargarse bastante y dejarte la moral bastante tocada, si no van todo lo bien que deberían.

Si ese día tenemos programado curro duro -digamos, concierto lírico a las 16h, un pase de tarde a las 20h más dos pases de noche a partir de las 0h-, nos pasaremos todo el día cambiándonos de ropa, actuando, corriendo a cambiarnos de nuevo, buscando algún lugar para comer algo... y otra vez al inicio del ciclo para continuar con los siguientes pases. De este modo, las horas pueden pasar bastante rápidas, según la percepción del tiempo subjetiva que tenga cada uno. Pero si ese día no hemos tenido suerte, quizás tengamos un concierto a las 16h y no tengamos que volver al escenario hasta los pases de noche a la 1h de la madrugada.
Y si aún hemos tenido más mala suerte, podemos estar en algún lugar perdido en la montaña, donde no tengamos ni siquiera un maldito bar para cobijarnos. Entonces es cuando cada cual tiene que buscarse la manera de pasar esas larguísimas horas de espera; hay quien duerme, quien lee, quien practica esa canción que no le acaba de convencer, quien desgasta las teclas del ordenador o quien pasea por la zona como un turista cualquiera. Hay mil formas de pasar el rato, pero ese rato está ahí y hay que pasarlo, no hay tu tía.

Por eso, entre las dos fotos del montaje de arriba, han podido pasar bastantes más horas de las que la gente cree, y no las cobramos como horas extras, de eso podéis estar bien seguros XDDD

P.D. Y lo peor: al terminar la jornada, ponerse a dormir a las ocho de la mañana, sabiendo que a las doce tienes que volver a subirte a la furgoneta; pasa muy pocas veces, por suerte, pero cuando pasa... :-P