jueves, 5 de junio de 2014

Por qué ellos sí y yo no?

Calamardos que va por la autovía a 200 por hora y no ponen un intermitente ni de casualidad, y aún tienen los huevos de hacerte las largas si consideran que tú estás adelantando a otro coche demasiado despacio.
Peatones con espíritu de Indiana Jones que no respetan un solo semáforo en rojo, porque creen que nada les puede pasar y que esperar a que cambie a verde es de tontos o de gente con mucho tiempo libre.
Zoquete que se mea sistemáticamente fuera de la taza en los lavabos públicos, o deja una muestra de la buena forma de su tránsito intestinal en ella en forma de caprichosos trazos, porque es tan sumamente limpio que le da asco utilizar una escobilla que no es suya y volverlo a dejar mínimamente presentable.
Burros integrales que a su paso tiran las motos aparcadas al suelo, o les rajan los asientos, o rayan los coches con la llave, debido a alguna rara degeneración mental que los hace ser estúpidos sin posibilidad de salvación.
Orejudos que escuchan música -mierda de música, añadiría- por el móvil, sin auriculares y a todo volumen, para que el resto de la gente sepa que es tonto, tonto, toooooonto, mientras él se cree el rey del mambo.
Puercos que no se duchan y no utilizan desodorante, porque creen que no hay que tener vergüenza del olor corporal de cada uno ni enmascararlo con perfumes, mientras el resto de los pasajeros del autobús se plantean realizar una votación para decidir si lo tiran por la ventana en la próxima parada o bien lo rocían directamente con ácido.

Etc, Etc, Etc, Etc.... La lista, me temo, sería interminable.

Una sociedad establece unas reglas para favorecer que las cosas funcionen correctamente y de forma ordenada, y así evitar que la convivencia de miles de personas, juntas en un entorno relativamente pequeño, se convierta en un caos. Y aunque os reconozco que algunas de estas reglas son algo estúpidas o exageradas, sin ellas esto sería un auténtico desastre, os lo puedo garantizar. Si queremos que las cosas mejoren y que nuestra vida sea un poco mejor, deberíamos empezar por no saltarnos las normas a la torera y dejar de actuar como cabestros. Si no lo hacemos así, no esperemos que nuestros políticos sean mejor personas que nosotros y dejen de meter la mano en la caja o se preocupen verdaderamente por nuestro bienestar.

P.D. Los ocupantes del coche gris de la foto, una familia entera con cochecito incluido, se dejaron abierta la puerta trasera que da a la valla. Por suerte para ellos, yo estaba en el párking cargando mi coche y, cuando acabé, fui a cerrársela para evitar que algún caco lo viera y les vaciara el coche. Mi coche estaba aparcado un poco más lejos de la entrada. Me llevo aproximadamente medio minuto encontrar un sitio donde aparcar estuviera permitido y otros treinta segundos andando para llegar hasta el coche gris y cerrar la puerta. Para ese conductor sería una eternidad, supongo.

sábado, 15 de marzo de 2014

SABER ESTAR

 No, no me refiero al hecho de tener buenos modales y que se te pueda llevar a todas partes, sino a liarla encima de un escenario. Una cosa es que te guste la música de una determinada banda y otra muy diferente que disfrutes viéndolos en directo. Hay gente de capacidad nula para transmitir emociones más allá de las que nos brinda su música -que no es poco, pero para eso ya están los CDs. Para mí, el escenario es un mundo aparte, donde un músico justito de técnica puede hacer enloquecer al público, mientras que un maestro instrumentista puede aburrir incluso a las moscas. Si se junta la buena técnica con el saber estar, entonces ya estamos ante palabras mayores.

Si eres músico -o tienes espíritu musical- y asistes a una actuación donde el intérprete toca todo su "setlist" de forma impecable, pero no suelta una sola gota de sudor durante las dos horas y su interacción con el público es nula, tú seguramente se lo perdonarás, pero la gente normal quiere algo más: quiere verte ACTUAR -por eso seguramente se llama actuación-, y quiere que mientras estés ahí arriba te sientas -y te muestres- como el puto amo. Te muevas, les animes, te rías, saltes... en definitiva, que les hagas disfrutar.
Hay de todo en esta vida, y hay artistas con muchos seguidores y que se ganan muy bien la vida -e incluso que componen música preciosa- que sobre un escenario no me dicen absolutamente nada. Es más: después de asistir a uno de sus bolos, les bajo un par de puntos en mi ránking personal y me planteo si vale la pena volver a ir a una de sus actuaciones.

Y que conste que no me refiero tan sólo al cantante: una banda es un trabajo en equipo, y todo suma y todo resta durante un directo; si el vocalista se deja la salud dando tumbos por el escenario y el resto de los músicos parecen figuras de cera, una actuación que podría ser memorable se queda en normalita. Y tú, teclista que estás escondido en la parte de atrás y te crees a salvo: aunque creas que a ti nadie te mira, sí que lo hacen, y si te ven con cara de repasar la lista de la compra... El movimiento y el buen rollo son contagiosos, y si ves a todos los miembros de una banda sobre un escenario saltando y disfrutando a cada tema -o actuando, aunque en realidad tengan un mal día-, raro será que a los cinco minutos no les acompañes en sus locuras. Y eso es mágico, amig@s :-)

A tu público no le importa si tienes problemas personales, si ese día todo te ha salido mal o si te da vergüenza salir a un escenario y lo pasas fatal a cada bolo: ellos han venido a pasarlo bien, y de ti depende que se vayan a casa satisfechos. Los que nos dedicamos a esto tenemos una gran responsabilidad, que no es otra que hacer que los asistentes a nuestros bolos se lo pasen lo mejor posible, para que jamás se cansen se saborear y disfrutar la música en directo, una de las cosas más maravillosas que existen  en nuestro mundo musical.

P.D. Esta foto tiene ya unos añitos, pero los que me conocen y me han visto últimamente en directo saben que lo sigo dando todo en cada bolo y que no me guardo nada para mañana ;-)