Yendo en el metro de madrugada, me indigno al ver a chicos y chicas jóvenes con sus cubatas en la mano, borrachos como cubas, armando escándalo, molestando con sus gritos y risas estridentes al resto de pasajeros de vidas quizás menos excitantes.
Luego recuerdo que yo hacía lo mismo a su edad, con el añadido de que en mi pueblo no había metro ni nada parecido y que, para ir de marcha, nos desplazábamos con nuestros coches, todos bien bebidos, incluido, cómo no, el conductor del vehículo, poniéndonos en peligro tanto a nosotros mismos como al resto de usuarios de las carreteras. Y entonces se me pasa.
La juventud es época de excesos y locuras, una etapa peligrosa en la que nos lanzamos a perseguir nuestros sueños, desafiando al poder establecido, muchas veces haciendo el imbécil como unos auténticos profesionales. Y muchos se quedan por el camino, pero no por eso se debe condenar e intentar erradicar esa parte de nuestras vidas. Pues todo lo vivido, amig@s, nos ha hecho ser tal y como somos hoy, tanto nuestros aciertos... como los errores.
Nunca debemos olvidar de dónde venimos y el camino que hemos recorrido para llegar hasta aquí. Que nuestra experiencia nos ayude a dar buenos consejos a nuestr@s hij@s en vez de convertirnos en viejos hipócritas de piel excesivamente fina 😉
No en todos los planetas llueva agua...
Hace 2 horas