martes, 5 de octubre de 2021

TU CARA NO SÉ SI ME SUENA

El otro día me pasó una cosa muy curiosa: me crucé por la calle con una persona que había conocido con mascarilla -durante esta etapa pandémica de nuestra vida que estamos "viviendo"-, a la cual jamás había visto sin esa prenda tan "querida" por todos nosotros.

En ese momento esa persona, debido a la relajación de las restricciones anti-covid, iba sin mascarilla. Pues bien: mi cerebro me comentó -hablamos mucho :-P- que le veía algo raro en la cara y que seguramente era porque se había operado, pues tenía el rostro diferente.

Y no era porque se refiriese a que no llevaba mascarilla, sino a que le había cambiado la cara, la cual, recordemos, yo no le había visto entera nunca. Después de pensarlo un poco y discutirlo entre los dos, llegamos a la conclusión -casi al mismo tiempo, curiosamente- de que, al igual que nos pasa con las voces de los locutores radiofónicos -aquellos en concreto que sólo conocemos por su voz, antes de ver ninguna foto, claro-, nuestros cerebros, en su afán por saberlo todo, rellenan los huecos que les faltan en la información con lo que les da la gana: que les falta una cara, pues basándose en cómo suena la voz le inventan una, la cual casi nunca coincide con la que realmente tiene esa persona, por cierto.

Eso es lo que creo que me pasó a mí ese día: por no guardar media cara en mi memoria, mi cerebro -que es muy "echao palante"- se inventó una cara completa que, por supuesto, poco tenía que ver con la de verdad. Pero él ya había conseguido su objetivo: que no queden huecos en las parcelas de materia gris, que el milímetro cuadrado va muy caro para despilfarrarlo construyendo sólo media cara. Y es que nuestro cerebro es un cabrito de cuidado y la mayoría de las veces la realidad que percibimos -por cualquiera de nuestros sentidos- no es la que es, sino la que le sale de las neuronas al okupa que habita nuestra cabeza y que se encarga de descodificar y procesar lo que recibe. Ya lo hemos visto en muchas ocasiones con las trampas ópticas, como por ejemplo esa tan famosa del vestido que cada uno veía de un color diferente. Y es que la información visual que captamos por nuestros ojos ocupa mucha memoria a la hora de almacenarla; es por eso que nuestro cerebro se vale de mil y una artimañas para reducir el tamaño de la imagen a guardar. Pero eso ya sería otro tema.
En fin, amig@s: un abrazote y sólo deciros que no os fieis al 100% del de arriba, que muchas veces no es tan listo como parece ;-)

P.D. Pero aun así... PENSAD, MALDITOS, PENSAD !!! :-)