jueves, 21 de abril de 2011

Venga, Ramón, que te llevo a casa

Los perros son unos animales maravillosos. Aunque hay gente obtusa que se empecina en decir que los animales no tienen sentimientos -seguramente, porque ellos mismos son unos gilipollas asilvestrados-, todos los que les hemos dedicado una parte de nuestro tiempo a nuestro colega peludo sabemos que tienen una "personalidad" muy marcada y que, con sus gestos y expresiones, demuestran un amplio abanico de sentimientos.
Pues bien, en el caso del perro de mi familia, el tío resulta que se cree el puto amo -igual que algunas personas que conozco, por cierto. Y hoy por la mañana, una vez más, se ha escapado corriendo tan pronto como le han abierto la puerta del garaje y se ha plantado, después de un largo esprint de kilómetro y medio, delante de la cafetería de mi familia.
Una vez en la puerta, y al estilo del más machito portero de discoteca, se dedica a mirar de forma desafiante a los clientes, atacar a los perros que pasean por la calle, intentar sodomizar a otros, o plantarse delante de los coches como si formara parte de algún rocambolesco control de alcoholemia.
Hoy me ha tocado a mí ir a buscarlo y traerlo de vuelta donde tiene que estar: vigilando la casa. Pero al llegar al lugar, me he dado cuenta de que no había traído conmigo la correa, y tampoco he encontrado ningún trozo de cuerda ni nada parecido para atarlo. Tampoco me atraía mucho la idea de llevármelo en brazos, por un lado porque pesa lo suyo, y por el otro porque su higiene personal deja mucho que desear. Y la idea de llamarlo y decirle que me siga hasta casa estaría muy bien si esto fuera un peli de ciencia-ficción, pero no era el caso. Cuando veia la cosa un poco negra, de repente, he visto tirado por el almacén algo que me podía sacar del atolladero.
Que un viejo ratón domine a un joven y vigoroso -aunque algo canijo- perro puede sonar más a fábula infantil que a caso real, pero si hablamos de un ratón "cibernético" usado como correa, la cosa cambia. Y con esta extraña combinación entre el mundo animal y la tecnología, hemos emprendido la vuelta al hogar. Por el camino, eso sí, ha intentado "marcar" con la meadita cada árbol y farola con la que nos hemos cruzado. Es lo que tiene ser el puto amo, que no puedes permitir que el olor de tu orina se disipe XD

P.D. Sí, el ratón está sucio con avaricia, pero así estaba cuando lo he encontrado en lo más recóndito del almacén, y su efímera vuelta al mundo laboral no creo que le valiera para una ducha :-P

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