martes, 28 de febrero de 2012

A relajarse toca !!!

Esta tarde he tenido mi primera experiencia con el “Flotarium”. Ya sabéis, una especie de bañera de agua salada con tapa, donde te relajas y te olvidas, durante una hora, de la ajetreada vida que llevamos.

La primera sensación que he tenido al entrar en contacto con el agua ha sido que estaba demasiado caliente para mi gusto. Pero no me hagáis mucho caso en este aspecto, puesto que acostumbro a ducharme con agua fría tanto en invierno como en verano, por lo que seguramente tengo mi termostato corporal ligeramente mal calibrado. Por esta razón, durante toda la sesión he pasado un poco de calor, pero nada preocupante. 36º debería de ser una temperatura agradable para la inmensa mayoría de las personas. A mí me gusta llevar la contraria.

Una vez se cierra la tapa –agradeces el ver que ésta no es muy consistente, porque el recuerdo de la peli “Buried” te viene rápidamente a la mente-, empieza la sesión como tal. Los primeros 10 minutos sirven para aclimatarse a la nueva situación. Como bien te advierten antes de empezar el proceso, es muy probable que al principio sientas un poco de malestar en las cervicales, incluso un dolor ligero, pero en mi caso se pasó al poco tiempo. Supongo que nuestro cuello no está acostumbrado a no hacer fuerza para sujetar la cabezota, y le cuesta un poco disfrutar de unas merecidas –aunque momentáneas- vacaciones.

Otra cosa curiosa es que tardé unos minutos en darme cuenta de que estaba haciendo fuerza con las piernas para no hundirme, cuando es algo totalmente inútil, puesto que con la cantidad de sal disuelta en el agua tienes medio cuerpo fuera, quieras o no. También me resulto curiosa la sensación que tuve en un principio de que, lentamente, se me hundían las piernas y me quedaba en posición sentada, aunque realmente esto no era así en absoluto. Quizás el tener los ojos cerrados y el sentido del equilibrio hacían de las suyas. Seguramente, cada persona tendrá sensaciones diferentes hasta acostumbrarse a la flotación, dependiendo de lo “equilibrada” que sea.

Una puntualización importante: el agua, para conseguir la flotación adecuada de nuestro cuerpo, está muy salada, cosa que podréis comprobar cuando os entre en los ojos. Es algo inevitable: no sabes cómo ha sido, pero uno te empieza a picar, luego el otro, y ya estás llorando como si estuvieras pelando cebolla. Por suerte, el pulverizador de agua dulce que cuelga en una de las paredes de la bañera resulta muy eficaz para disipar el dolor, una vez que dejas de hacerte el machote y lo utilizas.

No me acordé de ponerme los tapones para los oídos, o sea que los tuve sumergidos en el agua durante toda la sesión –sin problemas. La verdad es que el sitio es muy silencioso, silencio que sólo se rompe esporádicamente cuando la propia máquina se autoajusta –para mantener la temperatura adecuada, supongo- o cuando oyes el chapoteo de una gota que cae desde la tapa al agua, fruto de la condensación. Esto resulta más molesto si la gota en cuestión te da en el hombro o en la cabeza, pero solo me ocurrió un par de veces en toda la sesión.

También está el tema de los roces. Debido al hecho de que flotas a la “deriva”, aunque estés muy quieto, tarde o temprano rozas contra los límites de la bañera, o contra el maldito flotador que sirve las veces de sujeción para la cabeza, que no utilicé y tampoco me acordé de dejar fuera. Esto rompe ligeramente la magia del momento, pero nada grave.

Otra curiosidad es que me di cuenta de la asimetría de mi cuerpo: mientras no tuve ningún problema para conseguir que mi brazo derecho y su mano se quedaran a una distancia de un centímetro de mi pierna derecha, el lado izquierdo fue un poco más problemático, y tuve la hora entera el pulgar enganchado a la pierna. Mira, parece ser que nunca te conoces lo suficientemente bien.

Y para acabar la sesión como un campeón, cuando sonó la música y se abrió la tapa, al salir de la bañera me golpeé la cabeza con ella. Pero eso ya es cosa mía y mi patosidad natural.

Valoración global: MUY BUENA. Soy una persona bastante nerviosa y con cierta tendencia al estrés. Ni los masajes consiguen relajarme. En cambio, cuando he vuelto a salir a la calle después de esta sesión, me sentía relajado al 100%, una sensación increíblemente estraña para mí. Lástima que viviendo en Barcelona, la ciudad se encargará de que pronto vuelva a tener las pulsaciones en la cadencia habitual.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

doy fe! cuando te encontré en la calle no sabía si te habías fumado unos porros o que te iban muy grandes los zapatos.
besos guapo!
susana

Ramon Ramos dijo...

Yo no fumo: sólo como XDDD