lunes, 3 de diciembre de 2012

Pánico al verano


Este es el primero de una serie de textos que tratarán sobre mis experiencias como cantante, para que aquellos que nunca se han dedicado al difícil y gratificante mundo del canto sepan de qué va la cosa, y para que los que se dedican a vivir de sus cuerdas vocales recuerden experiencias propias y hagan sus aportaciones. Y supongo que los músicos también verán reflejadas parte de sus experiencias, pues todos estamos en el mismo barco -o banda, vamos :-P Y para empezar, ¿qué mejor que hacerlo con el terror de todos los cantantes de orquesta? Hoy hablaré sobre las laaaaaaargas giras de verano.

Cuando empiezas en el mundillo orquestil, da igual que vengas de cantar en la ducha, de desgañitarte en grupos de heavy metal -como fue mi caso- o directamente desde el conservatorio, no te puedes ni imaginar lo que representa pasarte todo un verano cantando. Vienes de una banda de rock y crees que, con tus conciertos ocasionales de hora y media cantando notas superagudas, estás preparado para cantar rancheras y boleros hasta el fin de los tiempos. Pero la realidad pronto te da las primeras ostias, y descubres que no eres tan duro como creías.

Para hacer una analogía simple, sería como el tío cachas que viene del gimnasio y le piden que dé golpecitos con el puño contra la pared sin descanso durante un montón de horas al día, un día sí y otro también; llegará un momento que no podrá soportar el dolor, aunque en un principio le hubiera parecido una tarea insignificante. Pues a mí me pasó algo parecido: después de cantar versiones de Iron Maiden y Helloween en plan kamikaze, la tarea de cantar temas más "light" me parecía algo sumamente sencillo. Un trabajo fácil. Un "coser y cantar", nunca mejor dicho.

Pero llega el verano, empiezan los bolos interminables y te das cuenta de dónde te has metido. Y es que cantar una media de seis horas diarias, durante un montón de días seguidos, y con canciones de todos los estilos -de Pavarotti o Manolo Escobar a Metallica y AC/DC-, pronto se demuestra una empresa más complicadilla de lo que tú, inocente de ti, te habías imaginado. Y es que acabar un día a las cinco de la mañana después de una sesión de rock, llegar a casa a las ocho, con la garganta bastante afectada y saber que te tienes que levantar a las 12 para comer algo, subir a la furgoneta y dar un concierto lírico a las cuatro, más un pase de tarde y otro par por la noche, dejaría para el arrastre al más pintado. Llega un momento que te ves buscando desesperadamente un botellín de agua por el escenario, cuando llevas tres temas exigentes seguidos y ves en el numerador que se prepara un cuarto aún peor, y tú tienes la garganta al rojo vivo.

Luego vienen los imprevistos del directo, que nunca pueden faltar para hacer la cosa más "divertida": problemas de sonido -asúmelo: siempre, SIEMPRE, habrá problemas de sonido, en mayor o menor medida; no importa que estés con el grupo de tu barrio o con la mejor orquesta del país y el equipo más caro-, resfriados inoportunos -¿quién me mandaría a mí resfriarme el 1 de Agosto?-, problemas gargantiles inexplicables -esas neuras que tenemos los cantantes-, etc. Llega un momento que se te escapa una  lagrimilla de alegría cuando ves en el calendario de bolos que tienes un día de fiesta suelto por ahí en medio, durante el que intentarás por todos los medios jugar al Tetris con tus cuerdas vocales y volverlas a poner en su sitio, sabiendo que un sólo día no es suficiente.

Y los cantantes poco "profesionales", que lo damos todo en cada concierto, aún lo pasamos peor, porque el concepto de "hoy no fuerces mucho y dosifícate la voz para los días siguientes" no entra dentro de nuestro cerebro, dispuesto a obligar a nuestro cuerpo y nuestra garganta a dejarse la piel sobre las tablas.

Pero nada es imposible en esta vida, y de hecho, cada verano conseguimos llegar al final con nuestra reputación más o menos intacta, recordando los buenos momentos e intentado relegar los malos al rincón más profundo de nuestro cerebro.

A fin de cuentas, el nuestro es un trabajo duro y exigente, pero para mí, el mejor trabajo del mundo.

3 comentarios:

Esther Piernagorda dijo...

Que grande! jajaja soy cantante como tu... y si, la verdad dicha! estoy de acuerdo con todo!!! jajaa besos!!!

Arnau Moret Portet dijo...

Ramón!!!
Quina guapada de blog! Pinta molt bé la veritat. M'ha agradat moltíssim llegir la teva publicació, expliques les coses super bé! A més veig que tenim coses en comú, tot el mondillu metalero, m'encanta! Sóc un fanàtic d'aquest gènere i també tenim una banda amb els colegues, però a nivell personal, no fem bolos ni res, simplement quedem els dissabtes i ens desfugem fent 4 crits! jajajaja
Ramón pinta molt bé aquest blog, segueix així i que sàpigues que a partir d'ara tens un seguidor aquí!
Heavy Metal Will Never Die! \m/

Ramon Ramos dijo...

:-O Sento no haver contestat abans, ESTHER i ARNAU. De vegades, tinc tants fronts oberts a Internet que em perdo i se'm passen coses XDDD
Sí, ESTHER, ja vaig seguint els teus vídeos per "feisbuc". Per cert, que molt bona veu. Una abraçada, guapa ;-)

M'alegra que t'agradi el meu blog, ARNAU. El tenia força abandonat, però espero que a partir d'ara no tardi quasi un any en actualitzar-lo XDDD
Sí, tota la meva vida que m'he mogut pel hard-rock i el heavy metal. Ja veus que els cantants d'orquestra també tenim els nostres secretets XDDD
I està molt bé tenir una banda; a mí m'ha donat moments inoblidables, però a veure si us animeu i feu algun bolillo, encara que sigui pels col-legues, home.
Una abraçada i long live rock'n'roll, crack !!! \m/ ;-)